domingo, 5 de febrero de 2017

La Dolce Vita (La Dolce Vita, 1960)


Ya sé que, hasta ahora, apenas he hablado de películas de habla no inglesa, así que es momento de cambiar de rumbo y prestar atención a una obra cumbre del séptimo arte que nos llegó de la “vecchia” Italia pero que traía un aire fresco al cine de los 60 y que, desgraciadamente, no se estrenó en España hasta los 80 (cosas de la censura). Sin embargo, se trata de un título clave en la carrera de su director y de gran importancia histórica y social. Hoy vamos a tratar de descubrir si realmente merece la pena vivir...
 

La Dolce Vita

 
Ficha técnico-artística:
Título original: La Dolce Vita.
Año de producción: 1960.
Director: Federico Fellini.
Producción: Giuseppe Amato, Angelo Rizzoli, Franco Magli.
Guión: Federico Fellini, Ennio Flaiano, Tullio Pinelli.
Fotografía: Otello Martelli.
Montaje: Leo Cattozzo.
Música: Nino Rota.
Reparto: Marcello Mastroianni, Anita Ekberg, Anouk Aimée, Lex Barker, Alain Cuny, Yvonne Furneaux, Nadia Gray, Magali Noël, Jacques Sernas.
Género: Drama.
Nacionalidad: Italia / Francia.
Duración: 167 minutos.
 
Sinopsis:
Roma en los años del “boom” económico después de la posguerra. Un periodista lleva una vida vertiginosa entre primicias, escándalos y fiestas de la “jet set” artística, intelectual y social de Roma. Sabe mantener su cínica reserva hasta que, demasiado tarde, descubre que está alienado de sí mismo y de la “vida auténtica”.
 
Trailer de la película (La Dolce Vita, 1960).


Comentario:
La Dolce Vita marcó un punto de inflexión en la carrera de Fellini como director ya que supone la transición desde un estilo con un alto contenido neorrealista a otro más personal y con gran preocupación por la estética, tanto en la composición de los planos como en la organización del texto fílmico.
Este hecho ya lo apreciamos en la estructura de La Dolce Vita, que no posee la típica organización argumental de una película de estilo narrativo, a pesar de conservar una estructura lineal en cuanto al tiempo y el espacio fílmicos. En ella seguimos al personaje de Marcello (¿alter ego del director?), un periodista del corazón, en su búsqueda de noticias durante un período de tiempo indeterminado y, ante nosotros, va apareciendo una galería de personajes que nos muestra su vacío existencial, sus miedos, su ignorancia ante la vida real, su frivolidad, etc.
 
Fellini dirigiendo a Anita Ekberg en la Fontana di Trevi (La Dolce Vita, 1960).
 
 
Antes de continuar, me gustaría señalar un par de curiosidades que marcan la importancia social del film. Por una parte, el fotógrafo que acompaña a Marcello en su búsqueda de noticias y que acosa a todo el mundo se apellida Paparazzo, de ahí viene que a los fotógrafos insistentes, normalmente asociados a la “prensa del corazón”, se les denomine paparazzi. Por otra parte, el título de la película, “La Dolce Vita”, se ha hecho proverbial para evocar “glamour”, fiesta y frivolidad… la buena vida.
 
 
Los paparazzi (La Dolce Vita, 1960).
 
Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. Fellini retrata un conjunto de personajes sin valores morales, envidiosos, dependientes, que han perdido gran parte del sentido de su existencia, y que muestran una gran ignorancia frente a asuntos de lo más cotidiano. De hecho, llega un momento en el que no se preocupan ni de las apariencias. Otra curiosidad es que la aristocracia italiana había permitido el empleo de sus castillos y palacios para el rodaje de varias secuencias (en las que incluso llegan a participar) pero, al ver el resultado del film y la imagen que en él se da de ellos, decidieron emplear sus recursos en prohibir la exhibición del largometraje... cosa que consiguieron en algunos países, con la ayuda del clero, ¡cómo no!
 
 
La crítica a los “mass media” y a las tradiciones está muy presente en el film (La Dolce Vita, 1960).
 
Entrando en detalles más técnicos, lo primero que quiero destacar es la impresionante fotografía en blanco y negro a cargo de Otello Martelli, que ensalzó la belleza de la urbe romana y permitió a Fellini jugar mucho con el contraste entre los opuestos (blanco frente a negro, alta frente a baja sociedad, valores tradicionales frente a nuevos “valores” inculcados por los medios). Ello le permitió reflexionar sobre muchos temas a lo largo del film: la familia, la lealtad, la fidelidad, la religión, la manipulación, el desprecio, etc. Todo ello subrayado por la excelente banda sonora de Nino Rota, que se ajusta a la perfección a las sensaciones que desprende cada una de las secuencias, pasando de alegre a triste o melancólica según las necesidades de la narración. Otros aspectos técnicos a destacar son el diseño de producción y la iluminación, que acentúan los contrastes a los que antes nos referíamos. Todo ello hábilmente engarzado por Fellini.
 
 
Marcello Mastroianni deja una de sus mejores interpretaciones (La Dolce Vita, 1960).
 
A modo de ejemplo sobre estos contrastes, tenemos a las dos actrices protagonistas, Anouk Aimée, con su belleza fría y distante sensualidad, frente a la explosiva Anita Ekberg (a la que siempre recordaremos por su baño en la Fontana di Trevi). El resto del reparto está estupendo en sus roles, Ivonne Furneaux como la novia posesiva y despechada de Marcello, Lex Barker como el novio alcohólico de la estrella Anita Ekberg. En este sentido, la labor de casting ha tenido una buena parte del éxito de reunir a este grupo de actores y actrices; si bien, por encima de todos, Marcello Mastrioianni, que da un auténtico recital sin necesidad de exagerar un solo gesto y mostrando un amplio registro interpretativo, un actorazo.
 
 
La fría sensualidad de Anouk Aimée (La Dolce Vita, 1960).
 
La famosa secuencia del baño en la Fontana di Trevi (La Dolce Vita, 1960).
Para destacar lo que he dicho hasta el momento, voy a tratar de comentar un par de secuencias que me parecen especialmente interesantes y que, por fortuna, podemos disfrutar a través de YouTube. La primera de ellas se desarrolla en una fiesta que se celebra en un palacio de la aristocracia romana; en un momento, Maddalena (Ainouk Aimée) se lleva aparte a Marcello para hablarle a solas... lo que parece que va a ser una escena romántica da paso a un ejercicio de estilo en el que, a través de las imágenes, vemos una contraposición con lo que están diciendo los personajes. La secuencia comienza con un plano largo en una sala donde el único mobiliario es una silla (¿el vacío de la existencia en la clase aristócrata?), en esa sala se queda Marcello y, mientras, Ainouk se escapa para hablarle a través de un conducto que comunica una fuente en otra estancia del palacio con la sala en donde se encuentra Marcello. De esta manera, ella se le declara, sin dar la cara; ¿por qué? Tal vez porque no está siendo sincera, por miedo al compromiso (algo que parece que poseen ambos). Fellini es capaz de mostrar un excelente control de la profundidad de campo, las simetrías, el espacio “on” y “off”, es decir lo que está dentro y fuera del plano. Todo ello como simbolismo de la hipocresía y del vacío interior de los personajes.
 
 
Curiosa declaración de amor (La Dolce Vita, 1960).
 
La segunda secuencia que quiero comentar se refiere al final de la película en la que se completa la alienación del personaje de Marcello y que el maestro Fellini muestra mediante la contraposición de este personaje con el de la joven camarera que le indica que vuelva con ella pero él no la escucha, no la entiende a pesar de que la gesticulación es bien clara (¿problemas de comunicación entre clases? ¿No quiere comprender?). Se ve que, cuando pruebas la Dolce Vita, ya no deseas otra vida. El juego de contrastes es magnífico, ella va de negro, él de blanco; ella sonríe, el parece melancólico…
 
 
Secuencia final (La Dolce Vita, 1960).
 
En resumen, La Dolce Vita es una película de gran belleza en todos sus planos, a pesar de narrar una historia triste y mostrar sin ambages la hipocresía y el vacío de la sociedad que retrata. En IMDB (http://www.imdb.com/title/tt0053779/?ref_=fn_al_tt_1) la valoran con un 8.1/10 tras la votación de 50871 usuarios de esta base de datos. Puede que el ritmo no nos convenza o que la encontremos un poco larga y manierista pero tiene tantos méritos que es, por derecho propio, un clásico de la Historia del Cine.
 
Calificación global: 95/100

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